De acuerdo a la legislación Guatemalteca, el Ministerio de
Finanzas Pública (Minfin) es el ente rector de la política fiscal y le
corresponde administrar lo relacionado a la hacienda pública (ingresos – más
allá de SAT-, gastos, endeudamiento y
patrimonio, entre otros). Con los
años, el Ministerio se ha convertido en una caja, cuyo indicador es la rapidez con que la misma se abre . Rescatarlo y
reconstruirlo [1] a
mi criterio es más importante que hacer lo mismo en SAT, por las siguientes razones:
1. No existe una política fiscal explicita y por
ende no existe una visión de mediano plazo (tres años). Pese a la ausencia anterior, sería posible una
conducción moderna, sin embargo, con los años, en general, el énfasis ha sido al
sobrevivir. La ausencia de una moderna
política fiscal ha llevado a una pérdida en el uso de los instrumentos clásicos
de política fiscal.
2. La inversión física para 2015 se programa en
0.7% del PIB y posiblemente sea solo del 4.82% del presupuesto total, las
discusiones de la política fiscal como estabilizar o promotor del crecimiento
están fuera del radar. En su lugar se ha favorecido el gasto corriente, que no
necesariamente implica la ampliación de servicios sociales. El caso de
Amatitlán es un ejemplo sobre la preferencia por medidas de corto plazo.
3. La lógica
de programación de gastos por techos facilita que las instituciones decidan
inversión y funcionamiento y crea incentivos para fomentar prácticas como
incrementos de salarios, vía pactos colectivos, no necesariamente justificados.
4. A las
escasas medidas para la calidad del gasto, se suma el abandono de la conducción
de los ingresos (no solamente losa administrados por SAT). La tendencia para
los próximos cuatro años es clara, esperando que la carga llega a 9.8% en 2017, posiblemente la más baja de
15 años. Cabe recordar que el ente encargado de conducir las políticas de
ingresos (no solo SAT) es el Minfin y que dicho ministerio es parte del directorio de SAT, que debe velar por que dicha institución logre sus objetivos.
5. Y, aunado a una relajación en el control del gasto y el escaso desempeño en ingresos, se suma la acelerada contratación de deuda. Ya en los últimos años el ritmo de crecimiento de la deuda (operaciones de crédito público) ha sido acelerado, aprovechando la sanidad que se tenía. La entidad servicios ha pasado a ser un ejecutor con un presupuesto muy similar al Ministerio de Educación, lo cual debe dar evidencia que no vamos bien. Se ha regresado a enviar préstamos al Congreso, ya hay dos, a pesar de lo aprendido previamente.
A ello hay que agregar que los casos de corrupción se han en
todo los niveles de la administración financiera: i) en ingresos es claro el
caso de defraudación; ii) en gastos, la transferencia, como en el
caso de Amatitlán; y iii) en deuda los efectos de los préstamos con Brasil hace
años.
En suma, la política fiscal y el Ministerio han entrado en
un deterioro más profundo que la SAT, resultado de varias administraciones.
Bien vale la pena pensar en su rescate y reconstrucción.
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