¡Que siga la fiesta! dijo "La Abue", en Guadalajara, posiblemente
a sus 85 añitos de edad, y efectivamente la fiesta siguió. Yo escuchaba esta y
otras historias en Jalisco hace unos años, cuando decidimos con don Valentin ir
a investigar el entorno de esas historias que la abuela contaba sobre
mariachis, tequila, fiesta, y, desde luego, de esa gran familia que por años la
hizo su abuela. Fue con ese viaje que entendí la necesidad de recordarla, de
llamarla cada poco, especialmente en este día por venir.
La abuela que yo conocí era una mujer de largas trenzas
amarradas con retazos de colores y que alegraba sus días con música
de El Piporro. Tenia ese carácter que hacía que ese tipo robusto, siempre en negocios, serio y que ante el mundo era un roble, se convirtiera en una bellota ante su mando, !si! era mi abuela por el lado paterno. Fallecio a los 93 años.
Antes de que su cuerpo perdiera la fortaleza para trabajar,
acostumbraba preparar la carga en la noche para iniciar el
viaje a las cinco de la mañana el día siguiente, recuerdo bien el caminar, a esa hora, por las calles de de Huehue, junto a todos los comerciantes que hacían lo mismo. Esta rutina se hacia una vez a la semana para ir a vender a distintos pueblos de Huehuetenango, especialmente Cuilco. ¡Esos viajes eran maravillosos!, a pesar que hice pocos; llegábamos
cargados de arroz, frijol, paternas, “granadias” y verduras, las cuales vendíamos
a cinco centavos. Así fue como supe que en nuestra Guatemala, incluso a esos
precios, había gente que no podía comprar una naranja. A pesar de ello, en ciertas ocasiones, en
distintos mercados, las ventas no eran buenas, y regresábamos, después de dos
días, con la misma carga a Huehuetenango. Jamás la escuche quejarse de ello, ni quejarse sin sentido.
La única vez que escuche que suplico por algo fue cuando, en medio de sus penurias, pidió por apoyo monetario para que su hijo “Gollito” pudiera viajar a cumplir
el último de los requisitos para ser sacerdote, nunca olvidaré el sentimiento de sus palabras ante la insensibilidad humana, especialmente la de las clases que podían
ayudar. Pero incluso en esa situación, no se quejó de las personas. Al final , no sé cómo pero encontró la forma de hacerlo y su hijo se
hizo sacerdote, esa es otra historia.
Don Valentin, quien heredo ese carácter y facilidad para los
negocios de la abuela, durante varios años le dio una casita a escasos
metros de nuestra casa. Así que yo “subía” cada vez a visitarla, especialmente
para dejar mis obligaciones laborales. Ella siempre estaba “muy
arreglada”, con esos enormes aretes, siempre coqueta (a esos años mi abuelo
había fallecido); lentamente yo abría ese enorme ropero, donde
se guardaban sus recuerdos de México, sus libros, tocadiscos, cientos de cartas
de Guadalajara, de Colombia, sus vestidos, muy elegantes por cierto, y, sus
joyas. Por alguna razón, yo siempre terminaba ojeando sus enormes
libros, de casi 1000 hojas, de la primera y segunda guerra mundial. Me gustaba
escuchar de sus andanzas por la vida, mientras ponía ese disco del piporro.
Entre sus historias, siempre hacia un alto cuando veía la foto de sus hijos
fallecidos; junto a la foto de su esposo mantenia fotos de ellos, fue el
destino el que impusiera que sus hijos murieran por causas no naturales, Gregorio murió en Huehuetenango después de vivir varios años en el extranjero, nunca se supo la causa del accidente. Simpre fue una mujer de decisiones, cuando mi abuelo falleció dejo su vida de pareja y se dedió a otras cosas en la vida, como a viajar.
En todo caso, cuando la enfermedad le impuso quedarse en casa, ver a mi abuela en esa casa, es como ver
siempre el mismo día. Siempre las mismas sonrisas, la comida en “el pollo”, ese olor a café, los mismos olores, la misma música. Cuando tenía visitas siempre tenía aguardiente en su
trastero. Le gustaba echarse sus buenos tragos. Sin duda el quedarse en casa le resultao comodo despues de haber dado guerra por tantos lados.
De regreso a nuestra visita a Guadalajara, los mitos urbanos
dicen que se sentaba a hacerse las trenzas por largas horas, bajo el sol, y
tomarse el tiempo para pensar en sus hijas, hijos y demás descendencia en Guatemala. Yo creo que en parte estaba programando su
próximo viaje, como solia hacerlo para las ventas, y es que logro viajar varias
veces por Guadalajara, atravésando todo el sur de México, llevando a varios de mis hermanos, primos, etc., en
distintas visitas. Los viajes desde Huehuetenango eran de semanas en bus. En
aquellos tiempo de libre movilidad, uno podía viajar sin mayores problemas por México.
Y bueno, al parecer con nuestra visita a Guadajara la
fiesta sigue. Hace unos años nos reunimos cerca de 30 primas y primos, para entre otras
cosas recordar a la abuela, fue muy especial.
Y es que sin duda, mi abuela “baja” en estos días de todos
los santos y se le da la gana estar más presente que nunca, y ser nuestra
abuela querida, la abuela buena, la mama, como le decía mi mama. Pero se que también partira, para nocortanos las ala, se irá de nuevo de fiesta por allí, a otras guadalajaras, con otros mariachis,
con otros tequilas….Este día de santos sonreiré y brindaré por ella, por mi madre y por mi abuela Catalina que también llegue a querer de una manera especial…
Y para finalizar una de sus canciones favoritas, en la cual ella ha de ser esa rosa huraña ante la cual no hay excusa para vistarla y dedicarle unos mariachis...
Y para finalizar una de sus canciones favoritas, en la cual ella ha de ser esa rosa huraña ante la cual no hay excusa para vistarla y dedicarle unos mariachis...
1 comentario:
Perfecto primo muy buena historia real, trae a mi nostalgia esos viajes que copartimos juntos durantes años, se recuerda con amor donde este, el estar con ella y otros actores, a esta alturas se entienden muchas cosas.
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