Y bien, con interés constante finalice de leer “Guatemala:
Linaje y Racismo” de Marta Elena Casaús. Ya han sido varios los libros sobre historia
que han llenado mis noches en meses recientes y aún me resulta inquietante el descubrir,
en la narrativa de cada hecho, posibles causas de nuestro presente y de lo que
posiblemente determine nuestro futuro.
Para los que no practicamos el oficio de sistematizar
hechos, el libro da una perspectiva introductoria
muy satisfactoria. Casi dos tercios de su contenido están dirigidos a realizar un recuento genealógico (árboles familiares
en lenguaje cotidiano) de las principales familias sujetas de estudio. Una
actividad principal para estudiar la evaluación de las familias radica en la
clasificación que se haga de ellas, por ejemplo: conquistadores, para los
cuales la encomienda –repartición de propiedades incluyendo personas, esta
última como categoría histórica propia del dominio- es un signo distintivo; los criollos, como
resultante del mestizaje, ya que mujeres llegaron 14 años después de la
conquista; los advenedizos, con títulos nobles vascos que migraron en el siglo XVII (que no querían a los
criollos por su origen mestizo). El libro también hace un recuento sobre las prácticas
de preservación o creación de linaje, entre los cuales se encuentran los
matrimonios entre familiares y los pactos de negocios (ambas prácticas estuvieron relacionadas, o sea matrimonios por conveniencia); para tal efecto la
autora se basa, desde luego, en
distintos estudios realizados por otros
autores y algunos mapas genealógicos. Por lo anterior y otros métodos
utilizados, el libro deja ver el origen y evolución de algunas familias; a título
personal, el libro aporta en levantar una simplificación comúnmente utilizada, en tanto que las familias criollas son únicas, por el contrario, el libro muestra
la tremenda complejidad del origen de familias actuales, por ejemplo muchas son
de origen vasco no necesariamente vinculadas a los criollos originales.
La segunda parte del libro, que a título personal es lo que
le agrega valor a otras investigaciones sobre el tema, es la consulta a “integrantes
representativos de varias familias”,
conforme el rastreo que anticipa en la primera parte. Mediante ello, la autora
representa el linaje, en función de la
valoración realizada por distintas familias, y el racismo en función de las posiciones
personales de las personas entrevistadas. En el grupo entrevistado, la investigación encuentra evidencia de ciertas posiciones indignantemente generalizadas,
tales como: las que sustentas las expresiones de “mejorar la raza”, en tanto se
aleja del origen indígena (maya); el uso de la
palabra “Indio” o “India” como un mecanismo utilizado como sustento de diferenciación de clase; y, desde
luego, el imaginario de algunas personas entrevistadas sobre la categoría "indio" como un reflejo de una persona con
cualidades inferiores en capacidades y prácticas. Las explicaciones son
variadas y no las cito, pero, en general, son de clase, en tanto las dichas prácticas
son útiles para defender la posición en el imaginario social – diferenciarse de
otras clases o personas-, así la práctica se diferencia entre familias con orígenes
criollos, advenedizos, conquistadores u otros.
El libro me ha gustado, he encontrado en él una cantidad de
datos históricos, evidencia de otras investigaciones y una lógica de ideas que invita a reflexionar.
Sobre los resultados de sus entrevistas, es alarmante que personas con privilegios
de educación abiertamente tengan o pretendan tener prácticas racistas, especialmente que justifiquen dichas
prácticas para mantener un imaginario de clase, más en mundo globalizado y
abierto como el de hoy. En todo caso, aparte de mis gustos, tomo la evidencia
de dichas prácticas racistas y de la intención de diferenciarse entre clases,
conforme los orígenes, como evidencia de ciertas posturas que han marcado a
este país. Con un tema tan sensible, los hallazgos se prestan para indignarse;
más sin embargo, deben tomarse con cautela, ya que habrá otras investigaciones
que encontrarán evidencia en contra de ellos; de igual forma, la
práctica del día a día muestra que ciertos avances limitan considerablemente
estas prácticas (cabe recordar que ahora son delito en ciertas circunstancias), aunque algunos insisten en preservarlas, desde luego. El
camino sigue siendo el mismo: la mente
abierta para aprender, para poner en duda ciertos imaginarios, como el que el
grado de educación implica posturas
humanistas, o que ciertas creencias religiosas implica en verdad vernos como hermanos(as) semejantes; toca continuar con la inquietud de avanzar en entender mejor este país.
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